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sábado, 22 de noviembre de 2008

Las mandarinas y el otoño

Me encanta el otoño, me encanta. Es una estación única, como todas, claro, pero es una que te anuncia, poco a poco, que viene el frío, que se está mejor en un sitio calentito, con el fuego, pero que aún te permite algunos días de sol caluroso cual día de primavera.

Me gusta el otoño por sus colores, el otoño es alegre pero triste... porque poco a poco las hojas de los árboles se caen, tiñendo el suelo de un manto de unas tonalidades que van del verde al rojo, pasando por el naranja y amarillo.

El otoño es sonido, suena a esas mismas hojas que crujen al dar nuestros pasos bajo los árboles de hoja caduca que puebla la Avenida de la Feria de mi pueblo. El otoño es tacto, el tacto a la lana, al abrigo y la bufanda recién sacados del armario. Es resfriado, es estornudo, pero también es olor, olor a mandarina, a castañas asadas... pero sobre todo a mandarinas en casa, esa fuente llena de ese fruto pequeño, manejable, fácil de pelar y de comer. Me encanta el sonido de los gajos al separarlos, su textura dentro de la boca, su sabor... su olor impregnado en tus manos que permiten saborear su fruto una vez devorado.

Adoro el otoño... y las mandarinas.